martes, 22 de diciembre de 2009

Juego Peligroso Capitulo 8:


CAPITULO 8:



Matt pasaba de mí, como en mi sueño, y supe que debía pasar de él para no meterme en problemas. Estoy segura de que sino iba a pasar lo mismo que la otra vez y no quería tener más problemas. No les dije nada ni a Michelle, ni a Damon, y mucho menos a Amy, que, igual que en el sueño, no nos hablaba a ninguno de los tres.


Ese día, para cambiar la rutina, me fui de compras con Michelle. Bueno, más bien a ver como le quedaba la nueva ropa que se probaba. Aquel día iba con aquella famosa camiseta nueva azul de Dolce & Gabbana. Pero no iba a pasarme otra vez lo mismo. Tenia miedo de no saber si lo que estaba pasando era sueño o realidad, y eso me ponía de los nervios.


Estuvimos horas y horas después del instituto de compras: si no era en Donna Karan, era en Carolina Herrera, y si no, en Valentino. El caso era que Michelle se gastase mucho dinero en ropa de diseñador, porque cuando volvimos a casa en mi coche, todo mi maletero estaba lleno de sus bolsas de esas tiendas.


Volví a casa como a las nueve o por ahí, y al subir a mi habitación, me di cuenta de que tenia 3 mensajes de voz en mi móvil, como en mi sueño: uno era de mi padre, diciendo que no le esperara para cenar; y otros dos de Damon, para que les fuese a ver ensayar con el grupo y presentarme a uno de los guitarristas nuevos, es decir, Matt. Cuando le iba a llamar, volvió a sonar, pero esta vez era mi madre, preguntándome porque no la había llamado cuando llegué a casa el día anterior. Hablé con ella un rato y después llame a Damon para decirle que iría en 20 min., ya que no quería que se cabrease conmigo.


Ya allí, me presento a todos, incluso a Matt, por el que seguía sintiendo lo mismo que en mi sueño, y el volvió a pasar de mi. Ya que no había nada de lo que hablar, me dispuse a oírles tocar un rato, y cuando pararon, a irme a mi casa. No quería aguantar mas tonterías, y no soportaba tener que aguantar la misma humillación que había pasado en mi sueño, o lo que creia que era un sueño, por que ya no estaba segura de nada, ni siquiera de mi misma. Tal vez me habia vuelto loca, o tal vez era el resto del mundo el que se había vuelto majareta. Aun así prefería no darle muchas vueltas al tema, ni tampoco contárselo a nadie, por que como se lo contase a alguien seguro que me metían en un manicomio.


Pero es que todo el sueño haba parecido tan real: el miedo de aquella noche en las calles de Los Ángeles, el dolor de tripa de los bollos que me dio Matt, el olor tan dulce de su chaqueta, el suave tacto de sus labios al rozar mi frente...todo. Y un sueño no puede ser tan real, ¡es imposible!






Llegué a casa muy tarde, pero me daba igual, no tenía sueño. Me senté en la mesa de la cocina mientras me tomaba un chocolate caliente y reflexionaba sobre el tema. No iba a hacer lo mismo que en el sueño, y por tanto, no me volvería a pasar nada. Por lo tanto, iba a pasar de Matt y del grupo, la próxima vez que se me estropease el coche me iría en el de mi padre, o si no irme cuando todavía era de día o que me llevase alguien a casa. Él no me iba a volver a salvar porque no habría nada de lo que salvarme, y al día siguiente no estaría enferma por los bollos de la noche anterior porque no me habría tomado ningún bollo de chocolate y nata. Mi destino, si era ese, iba a cambiar por completo, y si no quería, yo le iba a obligar.

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