martes, 22 de diciembre de 2009

Juego Peligroso Capitulo 12:

CAPITULO 12:

Llegamos a su casa a las siete menos cuarto. Está justo a las afueras de la ciudad, pero ese día no había apenas trafico, por lo que pudimos llegar muy pronto. Su casa era tal como la recordaba. Una especie de chalet adosado de tres pisos. No era tan grande como la mía, pero no estaba nada mal. Por dentro, se repartía muy bien el espacio. En la primera planta se encontraba la cocina, un cuarto de baño, un comedor, el salón y un despacho, ademas del garaje para los tres coches que tenían. En la segunda planta, se encontraba el dormitorio de sus padres junto con el despacho de su padre, una pequeña sala de estar y otros dos baños. También, al final del pasillo, se encontraba la habitación de Chris, el hermano pequeño de Matt, al cuál yo llevaba dos años, y por último, en el tercer piso se encontraba un último baño, la habitación de Matt y una sala para ensayar con su guitarra eléctrica. Hasta hace poco, su habitación y esa sala habían sido el ático, ya que el dormía y practicaba en la habitación de su hermano, pero debido a sus quejas de que no le dejaba dormir ni a su hermano ni a sus padres le trasladaron al ático. La verdad es que Matt pensaba que así era mejor: tenía más tiempo libre, más espacio y, por supuesto, más intimidad. Su cuarto, su sala de ensayo y el baño estaban conectados, y a estos dos últimos se entraba por el dormitorio. Su habitación era muy amplia, con cuatro ventanas a lados opuestos. La verdad es que estaba bastante iluminada. Su cama se encontraba en la esquina superior izquierda, junto a una de las ventanas. Tenia el cabecero de color marrón ocre, y sus colchas eran negras. Encima de ellas había unas partituras de guitarra. El color de sus paredes era azul marino, como las de su hermano, y el suelo, de parqué, como en toda la casa. El armario se encontraba enfrente de su cama, también de color marrón ocre. En realidad, todos los muebles menos el sillón que había enfrente de una pequeña tele y la silla del escritorio hacían juego. El escritorio, delante de su cama, contenía un portátil de marca Fujitsu Siemens. En el otro lado del escritorio había aún más partituras y letras de canciones. Por último, también había una sola estantería, sin un solo libro, sino solo CDs de heavy metal. Absolutamente toda estaba llena de esos discos, así que ahí podía tener como poco doscientos.
Cuando entramos en su casa, me sorprendió ver a sus padres, a los que no conocía, me presenté y luego subí con Matt a su habitación. Cerró la puerta con un cerrojo, lo que a mi me puso un poco nerviosa, aunque aseguro que era porque su hermano se colaba muchas veces y no quería meterle mas en este tema.
- Bueno...¿de que me tenias que hablar?-dijo el.
- Vayamos por partes. Así que, como me habías prometido, empieza tu antes-dije lo más seria que pude, ya que delante suyo me costaba mucho mas hacerme la valiente que delante que los demás.
- Está bien.¿que quieres saber?
- Lo primero de todo que hacías siguiéndome. Aunque supongo que ya me hago una idea.
- Lo único que intentaba era protegerte.
- ¿De qué?
- De seres como el que te encontraste ayer cuando volvías a tu casa.
- Aahmmm...¿y como sabías que me iba a atacar?
- Pues...-antes de contestarme se tomó unos minutos para pensárselo-...vamos a dejar esa pregunta para el final ¿va? Será mejor que antes contemos todo lo que sabemos para que está respuesta te parezca mas sencilla de lo que es.
- Está bien. Pues veamos...ahora en serio: ¿qué era ese ser?Un vampiro,¿verdad?
- Pues siento decirte esto pero...sí. Entendía que estuvieses asustada, pero debes saber que esto no es como lo que tú entiendes por vampiros. Una vez atrapan a su víctima, no se olvidan de ella hasta matarla, o incluso peor, convertirla en una de ellos.
Al oír eso, se me hizo un nudo en la garganta y se me llenaron los ojos de lagrimas.
- ¿Entonces?-pregunté con un sollozo-¿Qué va a pasar?
- Que voy a tener que protegerte hasta que les hayamos matado a todos.
- ¿A todos?¿Hay más de uno?
- Sí. Para ser exactos, aquí hay varias comunidades, y una de ellas, a las ordenes del vampiro que te atacó, planea acabar contigo para sus intereses. Y en esa comunidad hay como pocos treinta vampiros.
Ahí ya no aguanté más y mis ojos no pudieron contener más sus lágrimas. Iban a matarme, a mí y a todo aquel que se interpusiese en su camino. Como algo instintivo, me acaricié el cuello, sabiendo que dentro de poco mi cuerpo se habría desangrado, cuando recordé las cicatrices que me había dejado aquel vampiro. Decidí decírselo cuanto antes a Matt, para ver que me podía pasar.
- Esto...Matt...
- ¿Qué pasa?
- Mira.
Me quite con cuidado el pañuelo de mi cuello y le enseñé las dos profundas incisiones que tenía en la yugular. Matt se aterró al vérmelas y empezó a hacerme preguntas sobre ellas gritando como un histérico.
- ¡Y eso?¡Desde cuando las tienes?¡Cuando te has dado cuenta de que las tenías?¡Porque no me lo dijiste antes?
- ¡No lo sabía! Me dí cuenta esta mañana mientras me duchaba. Por eso no te lo pude decir antes.
- ¡Y porqué los médicos no dijeron nada sobre eso?¡Es que acaso no las tenias hasta que llegaste a casa o que?
- ¡No lo sé!¡Deja de chillar por favor!
Hubo unos cuantos minutos de silencio en los que solo se oían mis sollozos, casi como algo automático que no pudiese ni controlar ni parar. Después, habló él.
- Perdóname. No era mi intención. Es que te he visto la cicatriz y me he puesto alerta. Me había asustado. Lo siento de veras. No te preocupes, no te pasará nada porque no lo permitiré. Yo te protegeré.
Pero yo ya no podía hablar, solo llorar del miedo que tenía. Así que el se acercó a mi y me abrazó. Después, me cogió por la nuca, me apoyó contra su pecho y me cogió de la cintura. Sentía su respiración en mi cuello y el calor de sus manos recorriendo por sus venas, lo cual me hizó estremecerme de placer y empezar a hiperventilar. Matt se debió dar cuenta, pero no dijo nada. En vez de eso, empezó a recorrer con sus manos las curvas de mi cuerpo y a mirarme a los ojos. Después se acercó aun más, y su boca se acerco a la mía. Mientras, sus manos seguían recorriendo mi cuerpo, pero no podía hacer ya nada por evitarlo. Había perdido el control por completo. Cerré los ojos y entonces, me besó apasionadamente. Fue un beso largo, ya que solo paró cuando se dió cuenta de que me estaba quedando sin respiración. Se alejó de mi mientras que yo recuperaba el aliento. Me había quedado sin palabras, y parecía que el también. Estuvimos en silencio un buen rato mientras intentábamos recuperar la compostura, aunque yo no era capaz de volverle a mirar a los ojos. Por fin empecé a hablar.
¿Y que vamos a hacer ahora? No sé que me va a pasar -me señalé las pequeñas incisiones del cuello- ¿Y si me convierto en un vampiro?
No creo. De todas formas vamos luego a preguntarle a mi padre. Es médico, y nos dirá sí tu herida es profunda o superficial. Si es superficial, no tienes de que preocuparte.
Claro. Y como es tan normal que alguien tenga dos pequeñas heridas en el cuello, tu padre no se extrañara.
Le diremos que te has cortado con un tenedor de barbacoa y que los médicos no dijeron nada sobre eso. Y si no se lo traga, le contamos lo del vampiro, aunque eso si que no se lo va a tragar.
Ja, ja. Qué gracioso. Es que me parto contigo. ¿Qué pasa, que ahora te nos has vuelto divertido o qué?
Lo único que hago es intentar suavizar la situación y no ponerte mas nerviosa de lo que ya estás. Lo mejor sería que ahora te fueses a casa.
¿Y si me atacan al volver o en mi propio hogar?
Si lo que te preocupa es volver sola, yo te acompañare. Allí no creo que te vaya a buscar. No se atreve a acercarse tanto a ti sabiendo que puede haber personas cerca. Y si ves que suceden cosas extrañas, no dudes en llamarme. Estare allí en menos de cinco minutos. No te pasara nada. Te lo prometo.
Está bien. Me fiaré de ti -dije demasiado confiada, con una gran sonrisa en la boca.
¿Ahora eres tú la que se nos ha vuelto graciosa o qué?

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