martes, 22 de diciembre de 2009

Juego Peligroso Capitulo 13:

CAPITULO 13:

No llegamos muy tarde a mi casa, pero ya era de noche, algo que no me gustó. Pasamos todo el camino sin dirigirnos la palabra, ya que despues de lo que habia pasado en su casa yo no seria capaz de hablar con el. Todo en la casa estaba a oscuras, lo que queria decir que mi padre no habia llegado todavia. Tenia miedo de que viniese esta noche a dormir, porque si nos atacaban yo no le podía proteger. Matt se fue cuando vio que habia entrado en casa, y me quede observandole hasta que su coche desaparecio de mi vista. Cerre todas las ventanas y las puertas posibles con cerrojo para estar a salvo, y me relaje tomando una taza de té en la cocina y despues dandome una ducha bien fria. Necesitaba asimilar todo lo ocurrido ese dia: las pequeñas incisiones que tenia en el cuello, lo de los vampiros, el beso.....

El beso. Aquel beso que me habia echo sentir en el cielo, en el paraiso. No se porque paso, ni porque el lo permitio, pero paso. Nunca antes habia sentido eso, aunque ya hubiese tenido algun que otro novio, pero ninguno era como Matt. Sentia algo en su interior que me hacia sentirme maravillosamente bien. Y ningun beso habia sido tan profundo y apasionado como el suyo.

Me quede embobada pensando en aquello un buen rato en el baño, hasta que me di cuenta de la hora que era y sali rapidamente. Tenia que dormir algo. Puesto que no tenia ninguna gana de comer, me dirigi a mi habitación directamente. Me puse un camison y me fui a mi espejo a peinarme. Por suerte, todas las demas luces de la casa estaban apagadas, porque de repente oi un ruido como si alguien estuviese entrando en ella. Estuve a punto de chillar para comprobar si era mi padre, pero me aguante debido a que podía ser una trampa. Despues de todo lo sucedido, nada me extrañaria mas. Me quite las zapatillas para no hacer ningun ruido, apague la luz de mi cuarto y sali de puntillas hacia el pasillo, asomandome a la barandilla de la escalera lo suficiente como para saber quien estaba en mi casa y para que no me viesen.

-Busca a la chica, debe estar por aquí cerca. Yo me encargare del segundo piso, tu dedicate a mirar en la planta principal y el garaje. Despues echale un vistazo al jardin. La chica debe de estar aquí ya.

-Está bien, jefe. Ya voy.

No podía ser, era el “hombre”, por decirlo de alguna manera, que me habia atacado en aquel callejon. Pero de repente cai en la cuenta de algo, era un vampiro. Los vampiros se suponia que no podían entrar en las casas de los demas sin ser invitados. A menos que eso tambien fuese falso. Entonces, me acorde de lo que me habia dicho Matt en su casa: “esto no es como lo que tu entiendes por vampiros”.

Tal vez este mito tambien era falso, lo que era una opcion menos para escapar. Me meti rapidamente en mi habitación para que el vampiro que subia, el que parecia mas peligroso no me viera. Por suerte, mi dormitorio era el ultimo en el pasillo. Le oi registrando cada habitación, hasta que ya andaba cerca de la mia. Recé para que no me encontrara, cuando, de repente, me di cuenta de que la ventana estaba abierta. Podía escapar por alli, o por lo menos esconderme. Rapidamente salte por la ventana, y llegue al alfeizar donde no podía verme cuando entro en mi habitación. Los latidos de mi corazon iban a cien por hora, y supe que no habia servido de nada. La respiración entrecortada me delataria. Cerre los ojos con fuerza, a punto de llorar, cuando de repente, una mano me cogio de repente por el brazo y me subio hasta el tejado. Acto seguido, me puso la otra mano en la boca ya que estaba a punto de gritar. Me sujeto con fuerza y sin hacer un solo ruido mientras me decia: “no te muevas ni hables, si no, te encontrara”. Aquellos minutos se me hicieron eternos, y los utilice para analizar al individuo que me habia salvado: parecia alto, ya que estaba sentado y no podía estar segura; era guapo, guapisimo, tenia el pelo castaño claro y un poco largo, aunque nada en comparacion con Matt, ya que este chico vestia muy elegante. Tenia los rasgos de la cara muy marcados, y estaba muy palido y frio; tambien tenia unos ojos penetrantes, como ninguno de los que hubiese visto antes, tampoco comparados con los de Matt. Eran verdes, de un verde muy particular, no lo habia visto nunca. Era como si en ellos se reflejase un campo en plena primavera. Me volvi a quedar embobada, pero esta vez mirandole los ojos, hasta que giro la cabeza para tumbarme encima del tejado. Supuse que el otro vampiro andaba por el jardin y que notaria mi sombra. Para cuando me quise dar cuenta el chico que me acababa de salvar la vida habia desaparecido. Aun asi, espere otro buen rato tumbada en las tejas hasta que hube comprobado que el peligro habia pasado. Me disponia a levantarme ya para intentar saltar de alli sin matarme, cuando escuche de nuevo las mismas voces que dentro de la casa:

-¿Has encontrado algo?

-No, señor. El primer piso y el jardin estan vacios. Tampoco hay nadie en el garaje, ni siquiera hay coches. Tal vez la chica esta fuera, o no ha vuelto todavia.

-Tampoco hay nadie en el segundo piso. Tendremos que esperar a que llegue – la sangre se me helo cuando dijeron eso, ¿iba a tener que estar en el tejado toda la noche? - vamos a volver con la chica.

-Pero tal vez no va a venir esta noche. Oi que algunos alumnos habian echo un intercambio y se iban una semana fuera de Estados Unidos, seguramente por eso no estará aquí. Ademas, todavia queda tiempo hasta el dia del ritual, todavia podemos buscarla otros dias.

El otro vampiro, que no parecia muy listo, añadio: “esta bien, vamonos de aquí, ya volveremos otro dia”.

Ya se iban cuando yo me asome un poco mas, y vi que el chico joven que acompañaba al vampiro era el que me habia salvado. ¡pero eso no tenia sentido! ¿Si me queria matar, porque habia impedido que me descubriesen y habia mentido a su jefe diciendo que no estaba?¿era el acaso un vampiro? No entendia nada, solo que las cosas iban a peor. Por miedo a que se cayese una teja que les alertase de que estaba alli, espere a que montasen en el coche donde se supone que habian venido y que desapareciese de mi vista. Entonces, baje muy despacio por una de las vertientes del tejado que daba al balcon de la habitacion de mi padre, ya que no me podía tirar directamente al jardin, la altura desde donde yo estaba era muy alta y si me tiraba me mataria. Me baje con sumo cuidado al balcon, y aunque me pegue un buen golpe, mi brazo malo no sufrio mucho. Maldije en silencio cuando me di cuenta de que habia cerrado tambien la puerta que daba a ese balcon. ¡Mierda! ¿Ahora como iba a entrar? Tenia que dar toda la vuelta a la casa para volver a entrar por la ventana de mi habitación, que era la unica que me habia dejado abierta, si es que el vampiro no la habia cerrado, pero tenia que probar. Asi que sali con cuidado del balcon para no caerme y llegar al alfeizar. Fui muy despacio, algo que me parecio interminable. Tenia que ir con mucho cuidado ya que como mirase hacia el suelo, me caeria. Por fin llegue a la otra parte de la casa, que daba a mi ventana. Ahora el problema era darme media vuelta sin caerme, sujetarme a la ventana y subir por ella. Me costo lo suyo, pero, por suerte para mi, la ventana de mi cuarto seguia abierta, gracias a dios. Por fin subi, y lo primero que hice fue llamar a Matt para que viniese inmediatamente. Necesitaba hablar con el.

Juego Peligroso Capitulo 12:

CAPITULO 12:

Llegamos a su casa a las siete menos cuarto. Está justo a las afueras de la ciudad, pero ese día no había apenas trafico, por lo que pudimos llegar muy pronto. Su casa era tal como la recordaba. Una especie de chalet adosado de tres pisos. No era tan grande como la mía, pero no estaba nada mal. Por dentro, se repartía muy bien el espacio. En la primera planta se encontraba la cocina, un cuarto de baño, un comedor, el salón y un despacho, ademas del garaje para los tres coches que tenían. En la segunda planta, se encontraba el dormitorio de sus padres junto con el despacho de su padre, una pequeña sala de estar y otros dos baños. También, al final del pasillo, se encontraba la habitación de Chris, el hermano pequeño de Matt, al cuál yo llevaba dos años, y por último, en el tercer piso se encontraba un último baño, la habitación de Matt y una sala para ensayar con su guitarra eléctrica. Hasta hace poco, su habitación y esa sala habían sido el ático, ya que el dormía y practicaba en la habitación de su hermano, pero debido a sus quejas de que no le dejaba dormir ni a su hermano ni a sus padres le trasladaron al ático. La verdad es que Matt pensaba que así era mejor: tenía más tiempo libre, más espacio y, por supuesto, más intimidad. Su cuarto, su sala de ensayo y el baño estaban conectados, y a estos dos últimos se entraba por el dormitorio. Su habitación era muy amplia, con cuatro ventanas a lados opuestos. La verdad es que estaba bastante iluminada. Su cama se encontraba en la esquina superior izquierda, junto a una de las ventanas. Tenia el cabecero de color marrón ocre, y sus colchas eran negras. Encima de ellas había unas partituras de guitarra. El color de sus paredes era azul marino, como las de su hermano, y el suelo, de parqué, como en toda la casa. El armario se encontraba enfrente de su cama, también de color marrón ocre. En realidad, todos los muebles menos el sillón que había enfrente de una pequeña tele y la silla del escritorio hacían juego. El escritorio, delante de su cama, contenía un portátil de marca Fujitsu Siemens. En el otro lado del escritorio había aún más partituras y letras de canciones. Por último, también había una sola estantería, sin un solo libro, sino solo CDs de heavy metal. Absolutamente toda estaba llena de esos discos, así que ahí podía tener como poco doscientos.
Cuando entramos en su casa, me sorprendió ver a sus padres, a los que no conocía, me presenté y luego subí con Matt a su habitación. Cerró la puerta con un cerrojo, lo que a mi me puso un poco nerviosa, aunque aseguro que era porque su hermano se colaba muchas veces y no quería meterle mas en este tema.
- Bueno...¿de que me tenias que hablar?-dijo el.
- Vayamos por partes. Así que, como me habías prometido, empieza tu antes-dije lo más seria que pude, ya que delante suyo me costaba mucho mas hacerme la valiente que delante que los demás.
- Está bien.¿que quieres saber?
- Lo primero de todo que hacías siguiéndome. Aunque supongo que ya me hago una idea.
- Lo único que intentaba era protegerte.
- ¿De qué?
- De seres como el que te encontraste ayer cuando volvías a tu casa.
- Aahmmm...¿y como sabías que me iba a atacar?
- Pues...-antes de contestarme se tomó unos minutos para pensárselo-...vamos a dejar esa pregunta para el final ¿va? Será mejor que antes contemos todo lo que sabemos para que está respuesta te parezca mas sencilla de lo que es.
- Está bien. Pues veamos...ahora en serio: ¿qué era ese ser?Un vampiro,¿verdad?
- Pues siento decirte esto pero...sí. Entendía que estuvieses asustada, pero debes saber que esto no es como lo que tú entiendes por vampiros. Una vez atrapan a su víctima, no se olvidan de ella hasta matarla, o incluso peor, convertirla en una de ellos.
Al oír eso, se me hizo un nudo en la garganta y se me llenaron los ojos de lagrimas.
- ¿Entonces?-pregunté con un sollozo-¿Qué va a pasar?
- Que voy a tener que protegerte hasta que les hayamos matado a todos.
- ¿A todos?¿Hay más de uno?
- Sí. Para ser exactos, aquí hay varias comunidades, y una de ellas, a las ordenes del vampiro que te atacó, planea acabar contigo para sus intereses. Y en esa comunidad hay como pocos treinta vampiros.
Ahí ya no aguanté más y mis ojos no pudieron contener más sus lágrimas. Iban a matarme, a mí y a todo aquel que se interpusiese en su camino. Como algo instintivo, me acaricié el cuello, sabiendo que dentro de poco mi cuerpo se habría desangrado, cuando recordé las cicatrices que me había dejado aquel vampiro. Decidí decírselo cuanto antes a Matt, para ver que me podía pasar.
- Esto...Matt...
- ¿Qué pasa?
- Mira.
Me quite con cuidado el pañuelo de mi cuello y le enseñé las dos profundas incisiones que tenía en la yugular. Matt se aterró al vérmelas y empezó a hacerme preguntas sobre ellas gritando como un histérico.
- ¡Y eso?¡Desde cuando las tienes?¡Cuando te has dado cuenta de que las tenías?¡Porque no me lo dijiste antes?
- ¡No lo sabía! Me dí cuenta esta mañana mientras me duchaba. Por eso no te lo pude decir antes.
- ¡Y porqué los médicos no dijeron nada sobre eso?¡Es que acaso no las tenias hasta que llegaste a casa o que?
- ¡No lo sé!¡Deja de chillar por favor!
Hubo unos cuantos minutos de silencio en los que solo se oían mis sollozos, casi como algo automático que no pudiese ni controlar ni parar. Después, habló él.
- Perdóname. No era mi intención. Es que te he visto la cicatriz y me he puesto alerta. Me había asustado. Lo siento de veras. No te preocupes, no te pasará nada porque no lo permitiré. Yo te protegeré.
Pero yo ya no podía hablar, solo llorar del miedo que tenía. Así que el se acercó a mi y me abrazó. Después, me cogió por la nuca, me apoyó contra su pecho y me cogió de la cintura. Sentía su respiración en mi cuello y el calor de sus manos recorriendo por sus venas, lo cual me hizó estremecerme de placer y empezar a hiperventilar. Matt se debió dar cuenta, pero no dijo nada. En vez de eso, empezó a recorrer con sus manos las curvas de mi cuerpo y a mirarme a los ojos. Después se acercó aun más, y su boca se acerco a la mía. Mientras, sus manos seguían recorriendo mi cuerpo, pero no podía hacer ya nada por evitarlo. Había perdido el control por completo. Cerré los ojos y entonces, me besó apasionadamente. Fue un beso largo, ya que solo paró cuando se dió cuenta de que me estaba quedando sin respiración. Se alejó de mi mientras que yo recuperaba el aliento. Me había quedado sin palabras, y parecía que el también. Estuvimos en silencio un buen rato mientras intentábamos recuperar la compostura, aunque yo no era capaz de volverle a mirar a los ojos. Por fin empecé a hablar.
¿Y que vamos a hacer ahora? No sé que me va a pasar -me señalé las pequeñas incisiones del cuello- ¿Y si me convierto en un vampiro?
No creo. De todas formas vamos luego a preguntarle a mi padre. Es médico, y nos dirá sí tu herida es profunda o superficial. Si es superficial, no tienes de que preocuparte.
Claro. Y como es tan normal que alguien tenga dos pequeñas heridas en el cuello, tu padre no se extrañara.
Le diremos que te has cortado con un tenedor de barbacoa y que los médicos no dijeron nada sobre eso. Y si no se lo traga, le contamos lo del vampiro, aunque eso si que no se lo va a tragar.
Ja, ja. Qué gracioso. Es que me parto contigo. ¿Qué pasa, que ahora te nos has vuelto divertido o qué?
Lo único que hago es intentar suavizar la situación y no ponerte mas nerviosa de lo que ya estás. Lo mejor sería que ahora te fueses a casa.
¿Y si me atacan al volver o en mi propio hogar?
Si lo que te preocupa es volver sola, yo te acompañare. Allí no creo que te vaya a buscar. No se atreve a acercarse tanto a ti sabiendo que puede haber personas cerca. Y si ves que suceden cosas extrañas, no dudes en llamarme. Estare allí en menos de cinco minutos. No te pasara nada. Te lo prometo.
Está bien. Me fiaré de ti -dije demasiado confiada, con una gran sonrisa en la boca.
¿Ahora eres tú la que se nos ha vuelto graciosa o qué?

Juego Peligroso Capitulo 11:

CAPITULO 11:

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.



Juego Peligroso Capitulo 10:

CAPITULO 10:

Me desperté en el hospital, con Matt al lado de mi camilla, y pronto comencé a recordar lo sucedido.

-¿Tú me salvaste, verdad? -pregunte débilmente, ya que no tenia fuerzas alguna- Si, fuiste tu.

-¿Cómo te encuentras? Te has dado un buen golpe en la cabeza.

Tenía razón. Tenia toda la nuca vendada y el brazo roto escayolado. Al acordarme un escalofrió me recorrió toda la espalda.

-Bueno, dentro de lo que cabe, no estoy tan mal -dije irónicamente- además de casi partirme el cráneo y desangrarme, ademas de querer morir por que no aguantaba el dolor que me causaba la cabeza y el brazo, todo perfecto. Ahora, ¿me quieres decir que hacías allí espiándome y que era lo que me ha atacado?

- Lo primero de todo, yo no te espiaba. Lo segundo, lo que te ha 'atacado', si a eso lo llamas tú ataque, ha sido un ladrón.

-¿Ah si?¿Entonces que ha echo, si según tú no me ha atacado?

-Te tiro al suelo al comprobar que no tenías dinero y salió huyendo cuando me vió.

-¿Y entonces como me he hecho estas heridas?

-Te las hiciste al caer sobre esos muebles.

-¿De un simple empujón?¿Y como podía tener tanta fuerza ese 'ladrón'?¿Que pasa?¿Hacia levantamiento de pesas cinco veces al día o que? Porque tampoco estaba muy musculoso.

-Te pillaría desprevenida o algo.

-¡Y una mierda!¡Yo estaba preparada para atacar!¡Incluso le tire una piedra a la cabeza y ni se inmutó! Además, 'eso' no era un ladrón.

-Entonces, ¿que era?

-No lo sé, pero tenía garras y los incisivos muy afilados.

-¿Me estás diciendo que te atacó un vampiro? Deberías dejar de pensar y de vestir con ese raro estilo gótico tuyo. O eso, o dejar de ver tantas pelis de terror.

-¡Pero si me iba a morder cuando tu apareciste y le tiraste contra un edificio!

-Deberías seguir mi consejo y dejarte de tantas chorradas, Andrea.

-Sé lo que vi. Tal vez me haya dado un golpe fuerte en la cabeza, pero no me he vuelto loca ni tampoco soy gilipollas.

-Pues estas perdiendo el tiempo, porque te lo estas inventando todo.

-Cuéntamelo Matt. Sé que ocultas algo, y me lo digas o no, acabaré descubriendo cuál es ese secreto que no quieres que nadie sepa. Además, sé que alguien me está buscando, y si tu no me entregas, será tu familia la que pague las consecuencias.

Matt se quedo asombrado ante la posibilidad de que yo tuviese tanta información y como la había conseguido. Así que ahora fue el el que empezó a hacerme preguntas.

-¿Qué...?¿Cómo sabes...?¿Qué sabes de eso y como te has enterado?

-Da igual como me haya enterado. Pero lo sé.

-No da igual -dijo Matt, que empezaba a sulfurarse -Dímelo ahora.

-No.

-¿Cómo que no?

-Como que no. N-O. No te pienso decir nada hasta que tú me cuentes lo que paso en el callejón.

-Ni de coña. Cuéntame tu antes lo que sabes.

-No voy a ceder. O me lo cuentas todo lo que sabes, o no te diré como me he enterado.

-Yo tampoco voy a ceder. Cuéntamelo tu antes.

-Pues disfruta de la decepción.

Ante la posibilidad de que no supiese como me había enterado de los últimos datos que me habían proporcionado, estuvo meditando durante unos minutos, hasta que por fin cedió.

-Está bien -dijo, con cara de abatimiento, propia de quien pierde una batalla, aunque no la guerra- te contaré todo lo que sé y lo que me han dicho, pero aquí no puedo. Hay demasiados espectadores y puede haber algún listillo que lo escuche.

-Está bien. Pero entonces ¿Cuándo y dónde?

-Mañana te dan el alta, debido a que una fiebre esta afectando a otras poblaciones y han trasladado a muchos infectados a este hospital ya que los demás están llenos. No pueden permitirse el riesgo de que contagien a más gente. ¿Te parece bien en mi casa a las 5 de la tarde? Te iré a recoger si lo necesitas.

-No hace falta. Sé ir sola.

A Matt le extrañó, pero también le interesó este dato. Que él recordase, nunca me había llevado a su casa, ni le había dicho dónde estaba ni como llegar. Incluso se llegó a creer que le había espiado y seguido.

-Está bien. Pues allí a esa hora. Es el único sitio donde estamos seguros de mirones. Ya le diré mañana a tu amiga Michelle que cuente en el instituto lo que te ha pasado.

-¡No!¡Mañana hay clase y tengo examen!No puedo faltar.

-Eres demasiado obediente. Tú no vas a ir a ningún sitio en este estado. Es más, voy a ir a recogerte porque no puedes conducir.

Mientras me decía eso me sujetaba para que no me levantase y me fuese del hospital.

-¡Si no lo hago me suspenderán!

-Pues que te suspendan. Tus razones tenías para no acudir. Yo tampoco acudiré y me da igual.

-Claro. A ti te da igual aprobar o suspender, pasar de curso o repetir. Seguro que no tendrás futuro como sigas así.

-Claro que lo tengo. Me voy a dedicar a la música. Sé que es un trabajo arduo y difícil, pero lo conseguiré. Sea como sea.

-Ya, claro...

-Pues entonces quedamos en eso. Me quedaré esta noche contigo y mañana te iré a recoger a las seis y media a tu casa, así que: ¿me podrías decir como se va?

Ya no pude aguantar más, y estalle a reír mientras me miraba con cara de “se ha dado un golpe muy fuerte en la cabeza, pobrecita”. Y se lo fui contando.


Juego Peligroso Capitulo 9:

CAPITULO 9:

Esos días siguientes no tardé nada en dormirme, ya que estaba cansadísima. Por desgracia, una mañana, me quedé más tiempo de lo que debía en la cama, por lo que me duché, me vestí, y me fuí sin desayunar. Bajé al garaje. Me dí cuenta de que mi padre se había llevado el coche al trabajo, y cuando entre en el mío y puse la llave en el contacto, no arrancaba. Genial. Mi sueño se repetía incluso en esto. Así que salí a la carrera hacia el instituto para no llegar tarde. Llegué justo cuando estaba entrando todo el mundo, por suerte. Pasaron las horas, y el profesor de historia nos recordó que al día siguiente teníamos examen. Ese día yo ya sabía lo que iba a pasar, por lo que le iba a decir a alguien que me llevase a casa en cuanto terminásemos las clases. Pasaba de volver a quedarme en la biblioteca y salir por la noche. Así que, como Michelle se había llevado su coche, un Mercedes nada más y nada menos, le dije que si me podía llevar a casa, pero justo cuando nos íbamos ya, me llamó el profesor de historia, que era el tutor de nuestro curso, porque quería hablar conmigo. Pero Michelle tenia prisa y no se pudo quedar. Mierda. Otra vez me iba a pasar lo mismo. Ufff...¡no era justo!

El profesor me estuvo echando una charla de mas de dos horas: que si yo era muy buena estudiante, no solo en historia, sino también en las demás materias; que quería que ganase yo la beca este año para la universidad; y que si yo podía dar clases particulares a un estudiante al que se le daban fatal las matemáticas. Pero como ya me imaginaba, aquel malo estudiante era Matt. Aguanté la charla sin ninguna queja ni comentario, aunque quería matarles a los dos: al profesor por decirme que le diese clases particulares y a Matt por ser tan mal estudiante que se las tenía que dar por narices. Pero en vez de eso le pedí al profesor si podía llevarme a casa, lo que no creo que le costase mucho, debido a que vivía cerca del instituto, pero no pudo, por que tenia que quedarse en el insti revisando unos informes y yo no podía esperarle. Así que salí a la calle ya de noche y me dirigí hacia mi casa. Intente ir por otro camino para llegar a casa pero estaban cortados, así que tuve que volver a pasar por las mismas calles, intentando evitar aquel callejón sin salida.

Pero para entonces, ya era tarde. Un hombre con gabardina negra y sombrero me estaba siguiendo. Necesitaba distraerle para que me perdiese de vista, de modo que me metí por unas cuantas callejuelas, todas sin éxito alguno. Aquel raro individuo todavía me seguía. Intente tranquilizarme y no echar a correr, puesto que entonces iba a caer en su trampa directa. Pero no pude evitarlo. Corrí como nunca lo había hecho, pero no sirvió de nada. Aquel personaje oscuro y peligroso me había seguido, y ahora me había vuelto a acorralar en el mismo callejón que en aquel extraño sueño. Pero no iba a rendirme. Ya no. Me decidí que por mucho que me costase iba a salir de allí sana y salva, e iba a descubrir quien era aquel extraño hombre, sea como fuese. Cogí una piedra del suelo y me puse en posición defensiva. Puse el antebrazo izquierdo delante de mi cara y me preparé para el ataque, mientras que con la mano derecha seguía sosteniendo la piedra, lista para tirársela a la cabeza cuando fuese el momento.

Aquel hombre no llevaba cuchillos, pistolas ni nada parecido. En vez de eso, llevaba garras en vez de manos y dejo entrever unos puntiagudos incisivos. La sangre se me heló. ¿Qué era aquel hombre?¿Un vampiro?¡No tenía sentido!Eso no era posible. Los vampiros eran seres mitológicos y sobrenaturales. Nunca habían existido y yo lo sabía mejor que nadie. Aunque aquel tema me apasionaba, nunca había estado tan asustada en toda mi vida. Ni siquiera era capaz de gritar para pedir socorro. Tal vez en el sueño también fue igual, pero entonces no vi ni oí nada, hasta que Matt vino a salvarme. Pero esta vez no iba a aparecer, ni quería que lo hiciese. Me prepare para la lucha y me acerqué al vampiro, todavía muerta de miedo, aunque dentro de poco lo estaría, pero de verdad. Le tiré la piedra, lo que no le hizo ningún daño, y con lo que tampoco conseguí distraerle para escapar. Así que me dispuse a intentar pegarle un puñetazo, cuando me cogió el brazo y me lo rompió, justo antes de tirarme contra la pared y caer sobre un montón de viejos muebles. Yo aullaba de dolor por el brazo roto, pero también estaba a punto de desmayarme, debido a que me había abierto la cabeza contra uno de los muebles. Al tocarme la cabeza y ver toda la sangre en mi mano, el vampiro empezó a relamerse y se quito el sombrero y la gabardina, con lo que pude ver por fin su rostro, aunque borroso, debido a la perdida de sangre que estaba sufriendo. Me disponía a sucumbir cuando él estaba a punto de morderme, pero alguien apareció de repente, le cogió y le tiró contra un edificio. Creía que era Matt, y supuse bien. Y después me desmayé.

Juego Peligroso Capitulo 8:


CAPITULO 8:



Matt pasaba de mí, como en mi sueño, y supe que debía pasar de él para no meterme en problemas. Estoy segura de que sino iba a pasar lo mismo que la otra vez y no quería tener más problemas. No les dije nada ni a Michelle, ni a Damon, y mucho menos a Amy, que, igual que en el sueño, no nos hablaba a ninguno de los tres.


Ese día, para cambiar la rutina, me fui de compras con Michelle. Bueno, más bien a ver como le quedaba la nueva ropa que se probaba. Aquel día iba con aquella famosa camiseta nueva azul de Dolce & Gabbana. Pero no iba a pasarme otra vez lo mismo. Tenia miedo de no saber si lo que estaba pasando era sueño o realidad, y eso me ponía de los nervios.


Estuvimos horas y horas después del instituto de compras: si no era en Donna Karan, era en Carolina Herrera, y si no, en Valentino. El caso era que Michelle se gastase mucho dinero en ropa de diseñador, porque cuando volvimos a casa en mi coche, todo mi maletero estaba lleno de sus bolsas de esas tiendas.


Volví a casa como a las nueve o por ahí, y al subir a mi habitación, me di cuenta de que tenia 3 mensajes de voz en mi móvil, como en mi sueño: uno era de mi padre, diciendo que no le esperara para cenar; y otros dos de Damon, para que les fuese a ver ensayar con el grupo y presentarme a uno de los guitarristas nuevos, es decir, Matt. Cuando le iba a llamar, volvió a sonar, pero esta vez era mi madre, preguntándome porque no la había llamado cuando llegué a casa el día anterior. Hablé con ella un rato y después llame a Damon para decirle que iría en 20 min., ya que no quería que se cabrease conmigo.


Ya allí, me presento a todos, incluso a Matt, por el que seguía sintiendo lo mismo que en mi sueño, y el volvió a pasar de mi. Ya que no había nada de lo que hablar, me dispuse a oírles tocar un rato, y cuando pararon, a irme a mi casa. No quería aguantar mas tonterías, y no soportaba tener que aguantar la misma humillación que había pasado en mi sueño, o lo que creia que era un sueño, por que ya no estaba segura de nada, ni siquiera de mi misma. Tal vez me habia vuelto loca, o tal vez era el resto del mundo el que se había vuelto majareta. Aun así prefería no darle muchas vueltas al tema, ni tampoco contárselo a nadie, por que como se lo contase a alguien seguro que me metían en un manicomio.


Pero es que todo el sueño haba parecido tan real: el miedo de aquella noche en las calles de Los Ángeles, el dolor de tripa de los bollos que me dio Matt, el olor tan dulce de su chaqueta, el suave tacto de sus labios al rozar mi frente...todo. Y un sueño no puede ser tan real, ¡es imposible!






Llegué a casa muy tarde, pero me daba igual, no tenía sueño. Me senté en la mesa de la cocina mientras me tomaba un chocolate caliente y reflexionaba sobre el tema. No iba a hacer lo mismo que en el sueño, y por tanto, no me volvería a pasar nada. Por lo tanto, iba a pasar de Matt y del grupo, la próxima vez que se me estropease el coche me iría en el de mi padre, o si no irme cuando todavía era de día o que me llevase alguien a casa. Él no me iba a volver a salvar porque no habría nada de lo que salvarme, y al día siguiente no estaría enferma por los bollos de la noche anterior porque no me habría tomado ningún bollo de chocolate y nata. Mi destino, si era ese, iba a cambiar por completo, y si no quería, yo le iba a obligar.

viernes, 23 de octubre de 2009

Juego Peligroso: capitulo 7


CAPITULO 7:


Desperté de repente en casa de mi madre, en Barcelona. Era el día 1 de septiembre, eran las 6 de la mañana y me tenia que levantar enseguida para coger el avión que me llevaría a mi casa en Los Ángeles. ¿Pero todo esto había sido solo un sueño? Había parecido tan real...pero era imposible que eso hubiese pasado ni fuese a pasar...por eso era un sueño...
Me monté en el avión a las ocho y cuarto, y llegue al aeropuerto de Los Ángeles a las cinco de la tarde. Llegue a casa, me comí un trozo de pizza que había preparada y me fui a dormir, como en mi sueño.
Al día siguiente vi a mis amigos del instituto, y, en clase de arte, conocí a un nuevo alumno, alto, moreno, y con los ojos tan negros como el carbón.
¿Su nombre?
Matt
Creo que al fin y al cabo no era solo un sueño...

Juego Peligroso: capitulo 6

aqi teneis un nuevo capitulo d mi storia, spero q os guste^^

CAPITULO 6:


Pasaron las horas, y nosotros seguíamos hablando. Hablamos de todo: de música, del grupo, las clases y el insti, y de lo más importante: de porqué había estado pasando de mi,
aunque al principio le costó un poco admitirlo y se puso rojo, pero acabó por explicármelo todo. Por suerte para mi, mi padre estaba de viaje hasta el domingo, porque cuando llegue a casa eran mas de la una de la mañana.
-Bueno, hemos llegado a tu casa. Mañana paso a recogerte. Y quédate con la chaqueta, mañana me la devolverás.
Por ultimo, me acompaño hasta la puerta y me besó en la frente despidiéndose de mi.
Por muy mal que lo pasase aquella tarde, había sido el mejor día de mi vida.
Aquella noche dormí de un tirón, aunque seguro que había sido por haber estado horas y horas en compañía de Matt. Pero tanto comer bollos me había pasado factura por la mañana. Sentí como mi estomago se contraía cada dos por tres, y que poco después de levantarme necesite ir al baño urgentemente para vomitarlo todo, pero eso no mejoraría mucho más a lo largo del día.
Al no poder comer nada, me vestí más despacio de lo normal y estuve estudiando para el examen de Historia hasta que fuese la hora de marcharme. Pero en el momento en que ya estaba recogiendo todo para irme, sonó la bocina de un coche. Era más, era el coche en el que Matt me llevó a casa, y por lo que se ve, no mentía cuando me dijo que me recogería al día siguiente. Cogí mi cartera y su chaqueta y salí corriendo por las escaleras para irme ya.
-Ey, buenos días –dijo Matt –Tienes mala cara. ¿Los bollos te sentaron mal?
-¿Cómo lo sabes?
-Por que parece que no hayas dormido en una semana. Estas mas pálida de lo normal, demasiadas ojeras y las mejillas verdes de haber estado vomitando.
-¿Tanto se nota?
-Sí, bastante. Anda monta, pero si te mareas avisa que no quiero limpiar la tapicería de mi coche.
La verdad es que tenia unas pintas horribles. Y creo que él se quedó corto al describirme. Pero de repente, su voz volvió a interrumpir mis pensamientos.
-Bueno Andrea. Te presento a mi hermano Chris. Tiene quince años, y como nuestros padres no están, le tengo que llevar yo al instituto, por desgracia. Anda, saluda enano.
-Hola –dijo Chris, en tono burlón -¿Tu eres la novia de mi hermano no? Encantado.
-No, yo no...yo no salgo con tu hermano –dije, casi sin poder articular palabra –No estamos saliendo juntos...
-Bueno sí, lo que tu digas...
-Enano, anda cállate –dijo Matt, que note como le estaban subiendo los colores al igual que a mi.
Al cabo de veinte minutos llegamos al instituto donde todo el mundo se giró al verme salir del coche de Matt. Incluso Michelle se quedó alucinada, y enseguida me tiró del brazo para pedirme detalles.
-¿Qué paso?¿Te pidió salir?¿ Como es que te ha venido a recoger?
-Resulta que ayer por la noche fui andando a casa, y un atracador me siguió, por lo que el me salvó y me llevo a mi casa. Y hoy no se porqué me ha venido a recoger.
-¡Qué fuerte!¡Amy se va a tirar de los pelos!¿Y que sabes de él?¿Te ha contado algo?¿Sabes ya porque pasaba de ti?
Y yo, durante las horas de clase que tenía con ella me disponía solamente a contestarle todas las preguntas que me hacía.
A la hora de comer terminé rápidamente ya que en la cafetería no estaba Matt, por lo que cogí mis libros para ir a estudiar a la biblioteca. Cuando iba por los pasillos del instituto, completamente vacío a esas horas, oí tres voces, dos de las cuales reconocía, discutiendo sobre algo en la biblioteca.
-Tienes tres días para entregarme a la chica.
-Mi hermano no lo va a hacer, ¡entérate ya!
-¡Cállate Chris! Yo sé lo que tengo que hacer, y estoy solo en esto, ¡así que vete de aquí!
-¡No me voy a ir y dejarte aquí solo!
-¡Vete! Por favor, vete. No quiero que te pase nada.
Entonces Chris salió de la biblioteca, y, por suerte para mi, no me vió. Mientras, Matt y la voz misteriosa siguieron discutiendo.
-No hay ninguna chica –repuso Matt con tono nervioso -¿Cómo te voy a entregar a alguien que no sé ni quién es?
-Mientes. Sabes exactamente a quién me refiero –dijo el hombre misterioso con una voz extremadamente grave –Si no me la entregas en tres días serás tu y tu familia quién sufra las consecuencias. De ella, ya me encargaré yo.
En ese momento me di cuenta de qué chica estaban hablando: de mí. Las lágrimas se me saltaron y salí de allí antes de que me viese nadie. No podía creer que Matt me hubiese mentido. ¿Y quién era el hombre con el que hablaba? Un alumno no podía ser, y un profesor tampoco. ¿Y que querían de mi?¿Todo lo que Matt había hecho por mi el día anterior no era más que un plan?¡No tenia sentido! Salí del instituto a toda prisa hacia mi casa, con las lágrimas ya a la altura de la boca, y con ganas de no haber conocido nunca a Matt, y mucho menos haberme enamorado de él.
Cuando llegué a mi casa, me tiré encima de mi cama a llorar aún más que antes, cuando me sonó el móvil. Era Michelle, pero no se lo quise coger porque no quería hablar con nadie. Como vió que no se lo cogía, me mandó un sms en el que decía que dónde me había metido y que Matt me estaba buscando para llevarme a casa, pero tampoco se lo respondí. Resignada, me levanté de mi cama, fui a la cocina a coger helado de chocolate y me puse en el sofá del salón a ver películas.
Cuando me levanté a dejar la tarrina de helado de nuevo en la cocina sonó el teléfono. Era Matt, y esta vez si se lo cogí:
- ¿Hola?
- Hola Andrea. Soy Matt. ¿Dónde te habías metido?
- ¿Y a ti que te importa?
- Me importa porque se supone que tenía que llevarte a casa.
- Pues no hacía falta porque ya he ido sola.
- ¿Pero has perdido el juicio?¿Y si te hubiese pasado algo?
- Sí, pero no me ha pasado nada, y me voy que tengo que hacer cosas. Adiós.
- Espera...
Pero para entonces ya había colgado. No quería aguantar más mentiras, y no le iba a seguir escuchando. Me cambié de ropa, cogí el coche de mi padre, y me dirigí al local donde ensayaba nuestro grupo. Estuvimos allí hasta las once de la noche, y cuando volví a casa, estaba alguien esperando. Y, como no, era Matt.
-Estaba preocupado por ti –dijo él, todo colorado como un tomate –creía que te había pasado algo, estabas muy rara.
-¿Yo?¿Rara? No me pasa absolutamente nada, estoy perfecta.
-Andrea, no me mientas –me dijo muy serio, casi se le salían los ojos de las órbitas –sé que te pasa algo conmigo, pero no sé que es. Dímelo por favor.
-Vale vale, esta bien. Es que...os he visto a ti y a tu hermano hablando con alguien en la biblioteca y...sé de que estabais hablando. Lo que no sé es por que.
-Andrea, tu no tienes nada que ver con eso.
-¿Ah no?¿Y entonces de quien estabais hablando acaso?¿De Amy?¡Venga ya! Ahora no me mientas tu a mí.
-Vale, te lo explicaré todo, pero mejor que pasemos a tu casa antes porque es muy tarde.
Yo ya estaba de los nervios, con un nudo en la garganta y con ganas de volver a llorar. Pero ese día le iba a dejar las cosas bien claras a Matt. Ya estaba harta de juegos.
Pasamos a mi casa, cerré la puerta con llave y entonces vi a Matt con algo en la mano que no sabia que era.
-¿Pero qué...? –fue todo lo que pude decir, porque acto seguido me puso un pañuelo en la boca con cloroformo y me dormí.