viernes, 19 de marzo de 2010

Juego Peligroso Capitulo 15:

CAPITULO 15:



Me desperte a la mañana siguiente a las 7 de la mañana. Aunque habia estado despierta hasta altas horas de la madrugada, no tenia sueño. Era mas, el nerviosismo y el cansancio actuaban en mi como si hubiese tomado cafeina: no paraba quieta en ningun momento. Me dolia el brazo herido ya que llevaria toda la noche apoyada encima de el, y por la altura de mi cintura tenia la fina sabana de la cama. Matt. Entonces me di cuenta de que el habia dormido alli, conmigo. Me recoste enseguida para encontrarle con la mirada, pero lo unico que vi fue el resto de la cama vacia. Se habia ido ya. Busque algun indicio por la habitación de que el siguiese aquí, pero no encontre ninguno. Solo habia una pequeña nota encima de la mesilla de noche donde decia que se habia ido y que me habia dejado unos bollos para desayunar en la cocina. Me levante con suma lentitud y me volvi a poner el batin rojo para bajar a la cocina y comerme el desayuno que me habia preparado Matt. Eran de esos bollos de chocolate y nata que una vez comi en un sueño, en su casa, que habian echo que me hubiese puesto enferma. Asi que en vez de comermelos todos, me prepare un vaso con zumo de naranja, ya que el café no me vendria bien para relajarme. Al terminar lave los platos cuidadosamente, los guarde, y me dirigi de nuevo al piso de arriba, a darme una ducha bien fria que me despejase la mente.

No tarde mucho en salir, me seque el pelo con la toalla y me lo cepille, para despues comprobar que la mordedura del vampiro seguia igual de siempre. Me puse un vestido negro bastante sencillo, de algodón y muy fresquito, pese a que estabamos a principios de octubre. Estaba terminando de hacer la cama cuando me percate de que ya eran las diez. Mi padre estaba a punto de llegar y tenia que cubrirme el cuello con algo. Si viese esa cicatriz...le daria algo. Me puse una torera negra con cuello e hice tiempo recolocando todo lo de mi habitación en su sitio hasta que llego mi padre. El ya sabia lo del accidente que hubo en el callejon, asi que no se extraño al verme el brazo escayolado. Dejo las maletas en el recibidor y se acerco a mi casi corriendo para abrazarme. Me pregunto miles de veces que que tal estaba, a lo que yo siempre le contestaba que mucho mejor, no habia porque alarmarle mas de lo suficiente. Volvi a subir a mi habitación, necesitaba hacer algo que me tuviese entretenida hasta que llegase Matt a mi casa. El no habia dicho nada sobre la declaracion que le hice por la noche, lo que queria decir que estaba indeciso. O eso supongo yo que queria decir. Estos pensamientos duraron poco ya que, cuando llegue a mi habitación, encontre sobre la cama el papel donde habia escrito Matt que se iba. Que raro. Juraria que lo habia tirado a la papelera, pero aun asi lo volvi a coger. Estaba del reves, y habia algo mas escrito. Solo ponia: “Huye de aqui”.

Un escalofrio me recorrio la espalda. ¿Quien me habia escrito eso en la nota?¿y como podía haber subido hasta mi habitacion? Estaba aterrorizada. Sali casi corriendo de mi cuarto como si fuese una casa embrujada, le dije a mi padre que salia un rato y cruce el umbral de la puerta que conducia a la calle. Necesitaba tranquilizarme un poco, estaba demasiado alterada, y tal vez el aire me ayudaria un poco a recuperar el aliento y a regular de nuevo los latidos de mi corazon. Me meti por un parque cercano a mi casa que siempre estaba lleno y me sente en uno de los bancos que habia enfrente del pequeño estanque a observar los patos. Habia elegido ese lugar porque era una zona muy transitada, con lo que no me podía pasar nada sin que la gente lo viese. Esperaba que eso funcionase. Pero entonces una voz muy hermosa me sobresalto.

  • ¿estas buscando algo?

  • ¿Que...? - tenia el corazon en un puño por la sorprendente aparicion de aquel individuo. Despues me di cuenta de por que me habia echo esa pregunta: me habia quedado embobada mirando el estanque. Tambien me di cuenta de mas cosas. Ese era aquel chico alto y guapo que me habia salvado la noche anterior de las garras del vampiro.- ¿Que quieres?

  • Creo que en la nota se explicaba mi peticion, ¿no?

  • Entonces has sido tu el que me ha escrito eso y lo ha dejado encima de mi cama. ¿Sabes que el ayanamiento de morada es un delito?

  • Solo estoy intentando protegerte.

  • Ya lo se. Si no, no me habrias ayudado esta noche pasada. Pero no me voy a ir de aquí.

  • Entonces te mataran. Y yo no voy a estar siempre ahi para evitarlo.

  • Nadie te ha pedido tu ayuda. Y si yo me voy de aquí, ¿que pasara con mi familia?

  • No lo se, pero la que importa aquí eres tu.

  • ¡Y una mierda! No me ire sin mi familia ni mis amigos. Sin mi no pueden protegerse.

  • No es que tu te puedas proteger mucho por ahora. Mirate: un brazo escayolado y no tienes ningun entrenamiento de supervivencia.

  • Yo se lo que hago. Ademas, no se porque deberia hacerte caso si nisiquiera te conozco.

  • Te salve la vida.

  • ¿Y? ¡No se ni como te llamas!

  • Pronto lo averguaras. Mas pronto de lo que imaginas.

Solo me gire un momento en la otra direccion y ya habia desaparecido. No entendia nada de nada. ¿Como me podía haber encontrado aquel chico castaño con ojos verdes? Tal vez me habia seguido desde que sali de casa. O mejor dicho, desde mi casa. Y tambien seguia sin entender que queria el chico. ¿por que me ayudaba? No hacia mas que preguntarme cosas que no tenian respuesta, al menos de momento, mientras me dirigia a la salida del parque. Alli tampoco estaria segura. Di un largo paseo por la ciudad, pase cerca de otro parque y del instituto. Ahora mismo tendria que estar en clase de arte, y no por la calle dandole vueltas a la cabeza. Hacia frio, pero no me importo. Por suerte, ya no llovia, habia parado antes de que despertase. Me di cuenta de que ya era la una de la tarde, y decidi volver a casa. Estaba tardando mucho y mi padre se habria preocupado.

Cuando llegue olia a comida, diria que mi padre estaba haciendo pizza...y que se le estaba quemando. Corri hacia la cocina y apague el horno. Cuando saque la pizza estaba completamente chamuscada. Era de estas pizzas precocinadas, ya que mi padre no sabia cocinar, y yo no estaba en condiciones con el brazo asi. El llego justo en ese momento a la cocina, mirando a la pizza quemada.

  • Me parece que le puse mas tiempo del que debia.

  • O mas fuerte de lo debido.

  • Lo siento. No queria que cocinases nada con el brazo asi, asi que la cogi y la puse en el horno. Ya sabes que no se cocinar.

  • No pasa nada papa. Gracias. Aunque habra que quitarle todo lo quemado, o lo que se pueda. Si no, no es comestible.


Nos sentamos a la mesa mientras hablabamos de que tal habia ido la reunion tan larga que habia tenido. Nisiquiera habia sido en Los Ángeles.

  • Pues te he cogido un pequeño regalo.

  • ¿Que?¡Papá!¡No hacia falta, ya lo sabes! Creo que ya tengo suficientes cosas.

  • Pero todavia no tienes nada de este tipo. Ademas, te va a encantar, que te conozco.

  • Bueno, ya te he dicho que no queria nada, pero aun asi muchas gracias papa.

  • No hace falta cariño. ¿Que te parece que ahora nos demos una vuelta por el parque que hay cerca de casa?

  • Lo siento mucho, estoy muy cansada. Ademas, me duele la cabeza. Creo que ahora me voy a tumbar un rato. Y tu deberias hacer lo mismo, acabas de llegar a casa.

  • La verdad es que tienes razon. Me subo un rato a mi dormitorio. Si quieres algo avisame ¿esta bien?

  • Si papa. Gracias de nuevo.

  • De nada cielo. Descansa -se levanto de la mesa, recogio los platos, me dio un beso en la nuca y se fue al piso de arriba- por cierto, tu regalo esta en la habitacion.


Yo me quede un rato mas sentada en la cocina, meditando sobre lo ocurrido, otra vez. Queria contarles a Michelle y Damon todo lo ocurrido, pero no podía, porque les pondria en peligro, y segundo, por que nisiquiera me creerian. Simplemente les estaba ocultando un secreto. Yo nunca les guardaba secretos a ninguno de los dos. Les contaba todo, tarde o temprano, y si no, ellos mismos se daban cuenta. Pero sobre estos ni siquiera sospechaban, ¿como lo iban a hacer si ni yo creia que esto estuviese pasando de verdad?

Y el otro interrogante: ¿que tenia que ver con todo esto Matt?¿como sabe todo lo de los vampiros?¿quien se lo conto? Aunque ya habiamos hablado los dos muchas veces de esto, siempre quedaban preguntas sin contestar, y el nunca mento este tema. Pero estaba dispuesta a correr el riesgo de enterarme, por peligroso que fuese. Y me iba a enterar pronto, tal vez demasiado pronto.

martes, 2 de febrero de 2010

Juego Peligroso Capitulo 14:

CAPITULO 14:


Como no queria que Matt me viese en camison, me puse mi batin favorito, uno rojo de terciopelo precioso. Dijo que tardaria como mucho veinte minutos en llegar, pero acabo llegando el doble de tarde. Me puse nerviosa porque no llegaba, creia que me iban a volver a atacar, o no se. Pero necesitaba verle para tranquilizarme. Hasta llegue a pensar que me estaba volviendo loca, que todo lo que me estaba ocurriendo no era real. Pero si lo era, y yo no estaba loca. Me mire frente al espejo y ahi tenia dos pruebas muy claras de que esto era la pura realidad: mi brazo roto y la cicatriz de mi cuello. Genial. Estaba viviendo una autentica pesadilla. Cada vez estaba mas nerviosa, daba vueltas por la casa en busca de algo que me tranquilizase, pero no lo conseguía. Entonces, se me ocurrio mirar el telefono, aver si habia llamado y no lo habia oido. Habia un mensaje en el buzon de voz, pero no era de Matt, si no de mi padre, diciendo que hoy no iba a ir a dormir a casa, porque tenia mucho trabajo. No me parecio muy raro. Es mas, me parecio hasta bien, no sabia que habría pasado si estuviese mi padre en casa cuando me atacaron.
Por fin llego Matt. Estaba impaciente por contarle lo ocurrido, y el por enterarse. Se lo conte todo con pelos y señales, desde que llegue a casa, hasta que le llame. Le conte tambien que me habian salvado.
-¿Que vamos a hacer? -pregunte yo- ¡ya estoy harta de esto!
- Pues de momento no te puedes quedar en esta casa bajo ningun concepto por la noche, ya que yo no te puedo proteger. Y puede que a la proxima te cojan -me entro un escalofrio- menudos cabrones, hijos de...
¡no me puedo ir! ¿que le diria a mi padre?¿que me tengo que ir porque me han atacado unos vampiros? Ademas, el no se va a querer ir de esta casa, y si no es a mi, le pueden hacer algo a el. No me lo perdonaria en la vida...
pero no podemos hacer otra cosa. Hasta que no matemos a los vampiros que te quieren, no puedes volver aquí de noche.
¿Y si vienes tu?
¿Perdona?
si.....me refiero, a que en vez de irme yo y dejar a mi padre expuesto al peligro, te vienes tu unos dias a mi casa a dormir hasta que haya pasado el peligro o pueda defenderme. ¿No crees?
Es una buena idea, desde luego. Aunque hoy si que me voy a quedar aquí, por si ocurren mas ataques. Ademas, no hay problema porque mis padres se levantan cuando yo ya me he ido. Lo que pasa es que para los siguientes dias necesitare una excusa.
Bueno...el chico que me salvo le mintio al otro para no seguir buscando. Le dijo que nos ibamos una semana de intercambio fuera de Estados Unidos. Puedes decirles eso.
Eso no va a colar. Tal vez le podriamos decir que me voy a quedar unos dias en casa de Damon. Tu amigo puede cubrirnos, ¿no crees?
Puede ser...
Bueno, ¿y de lo demas que tal vas?¿como llevas el brazo?
ehmm...no va mal. La herida del cuello tampoco. Esta cicatrizando muy rapido, por suerte.
Esta bien. Otra preguntita: ¿donde puedo dormir yo?
Pues hay una habitación de invitados aquí al lado, ven conmigo.

Estuve a punto de decir que se quedase conmigo, pero me parecio demasiado lanzado. Aunque despues de lo de esta tarde, me atrevia a hacer cualquier cosa.
Matt ya estaba durmiendo, pero yo no podía conciliar el sueño. Lo unico que hacia era llorar. Lo que no me habia deshaogado despues del ataque, lo estaba haciendo ahora. Pero no era solo por el sock del ataque, si no tambien por el hecho de que parecia que Matt no queria hablar conmigo sobre lo pasado aquella tarde en su casa, o que no queria razonar cuando le hable de aquel chico que me habia salvado la vida.
Me di cuenta de que no conseguiria calmarme hasta hablar con el, asi que me levante de la cama a oscuras y me dirigi a la habitación de invitados donde Matt dormia.
Abrí con cuidado la puerta, y ahí estaba él, durmiendo.
-Perdon, ¿puedo pasar? -dije dando unos pequeños golpes, los suficientemente fuertes para despertarle.
-eh...claro. Pasa, pasa -estaba mas dormido que despierto, pero aun asi no le molesto que le hubiese despertado- ¿que quieres?
necesitaba hablar contigo, no podía dormir.
Esta bien, ven aquí y cuentame que te pasa. Aunque es normal que despues de todo esto estes asustada.
no. no es por eso, Matt. Joder, ya estoy harta de todo, ya no puedo fingir mas. No lo aguanto. Intento pasar de todo esto, pero no, no puedo, yo...- me dirigi hacia la ventana, por donde se veia la fina lluvia que caia desde hace un rato.
Si no me cuentas lo que te pasa no te puedo ayudar.
¿Pero es que no lo entiendes? Con todo esto estas intentando evitar hablar sobre lo de esta tarde. Y a mi me duele que estas cosas no te causen efecto alguno, que las evitases como si nunca hubiesen pasado, como si no te importase nada.

Entonces el comprendio a que me referia:
¿Pero, entonces, te refieres a...? ¿te refieres al beso?
Si, me refiero al beso.
Pero no estoy evitando el tema, solo que no ha habido ningun momento para hablar de eso. Ademas, ¿que tenemos que hablar sobre eso? No lo entiendo...
No es solo respecto a lo del beso.
Entonces, ¿en cuanto a que?
A que te amo, so idiota -dije sollozando, casi no se me entendia cuando hablaba- se que tu no piensas lo mismo sobre mi, pero no lo puedo evitar. No se que haria sin ti. Me querria morir.

Hubo un momento de silencio, que a mi me parecio extremadamente lento e insoportable. Ademas de mi lloro, todo estaba en calma en la habitación. El estaba con expresion de sorpresa, como si no lo supiese de antes. Pero su rostro cambiaba cada dos por tres entre dolor, desconcierto y vergüenza. Por fin, Matt hablo:
escucha. Mira, me ha pillado por sorpresa, no te puedo contestar. Es que...ni aunque quisiese, no te puedo decir nada ahora. Lo siento. Pero por favor, deja de llorar.
¿Puedo dormir a tu lado, por favor?

En vez de contestarme otra vez, se acerco a mi y me abrazo con ternura, como un niño pequeño que abraza a su oso de peluche con cariño. Me llevo a la cama para que me sentase, y con cuidado de no hacerme daño en el brazo herido, me tumbo en la cama y recosto mi cabeza en su pecho. Poco a poco mis sollozos fueron disminuyendo, hasta que me quede dormida en sus brazos.

martes, 22 de diciembre de 2009

Juego Peligroso Capitulo 13:

CAPITULO 13:

No llegamos muy tarde a mi casa, pero ya era de noche, algo que no me gustó. Pasamos todo el camino sin dirigirnos la palabra, ya que despues de lo que habia pasado en su casa yo no seria capaz de hablar con el. Todo en la casa estaba a oscuras, lo que queria decir que mi padre no habia llegado todavia. Tenia miedo de que viniese esta noche a dormir, porque si nos atacaban yo no le podía proteger. Matt se fue cuando vio que habia entrado en casa, y me quede observandole hasta que su coche desaparecio de mi vista. Cerre todas las ventanas y las puertas posibles con cerrojo para estar a salvo, y me relaje tomando una taza de té en la cocina y despues dandome una ducha bien fria. Necesitaba asimilar todo lo ocurrido ese dia: las pequeñas incisiones que tenia en el cuello, lo de los vampiros, el beso.....

El beso. Aquel beso que me habia echo sentir en el cielo, en el paraiso. No se porque paso, ni porque el lo permitio, pero paso. Nunca antes habia sentido eso, aunque ya hubiese tenido algun que otro novio, pero ninguno era como Matt. Sentia algo en su interior que me hacia sentirme maravillosamente bien. Y ningun beso habia sido tan profundo y apasionado como el suyo.

Me quede embobada pensando en aquello un buen rato en el baño, hasta que me di cuenta de la hora que era y sali rapidamente. Tenia que dormir algo. Puesto que no tenia ninguna gana de comer, me dirigi a mi habitación directamente. Me puse un camison y me fui a mi espejo a peinarme. Por suerte, todas las demas luces de la casa estaban apagadas, porque de repente oi un ruido como si alguien estuviese entrando en ella. Estuve a punto de chillar para comprobar si era mi padre, pero me aguante debido a que podía ser una trampa. Despues de todo lo sucedido, nada me extrañaria mas. Me quite las zapatillas para no hacer ningun ruido, apague la luz de mi cuarto y sali de puntillas hacia el pasillo, asomandome a la barandilla de la escalera lo suficiente como para saber quien estaba en mi casa y para que no me viesen.

-Busca a la chica, debe estar por aquí cerca. Yo me encargare del segundo piso, tu dedicate a mirar en la planta principal y el garaje. Despues echale un vistazo al jardin. La chica debe de estar aquí ya.

-Está bien, jefe. Ya voy.

No podía ser, era el “hombre”, por decirlo de alguna manera, que me habia atacado en aquel callejon. Pero de repente cai en la cuenta de algo, era un vampiro. Los vampiros se suponia que no podían entrar en las casas de los demas sin ser invitados. A menos que eso tambien fuese falso. Entonces, me acorde de lo que me habia dicho Matt en su casa: “esto no es como lo que tu entiendes por vampiros”.

Tal vez este mito tambien era falso, lo que era una opcion menos para escapar. Me meti rapidamente en mi habitación para que el vampiro que subia, el que parecia mas peligroso no me viera. Por suerte, mi dormitorio era el ultimo en el pasillo. Le oi registrando cada habitación, hasta que ya andaba cerca de la mia. Recé para que no me encontrara, cuando, de repente, me di cuenta de que la ventana estaba abierta. Podía escapar por alli, o por lo menos esconderme. Rapidamente salte por la ventana, y llegue al alfeizar donde no podía verme cuando entro en mi habitación. Los latidos de mi corazon iban a cien por hora, y supe que no habia servido de nada. La respiración entrecortada me delataria. Cerre los ojos con fuerza, a punto de llorar, cuando de repente, una mano me cogio de repente por el brazo y me subio hasta el tejado. Acto seguido, me puso la otra mano en la boca ya que estaba a punto de gritar. Me sujeto con fuerza y sin hacer un solo ruido mientras me decia: “no te muevas ni hables, si no, te encontrara”. Aquellos minutos se me hicieron eternos, y los utilice para analizar al individuo que me habia salvado: parecia alto, ya que estaba sentado y no podía estar segura; era guapo, guapisimo, tenia el pelo castaño claro y un poco largo, aunque nada en comparacion con Matt, ya que este chico vestia muy elegante. Tenia los rasgos de la cara muy marcados, y estaba muy palido y frio; tambien tenia unos ojos penetrantes, como ninguno de los que hubiese visto antes, tampoco comparados con los de Matt. Eran verdes, de un verde muy particular, no lo habia visto nunca. Era como si en ellos se reflejase un campo en plena primavera. Me volvi a quedar embobada, pero esta vez mirandole los ojos, hasta que giro la cabeza para tumbarme encima del tejado. Supuse que el otro vampiro andaba por el jardin y que notaria mi sombra. Para cuando me quise dar cuenta el chico que me acababa de salvar la vida habia desaparecido. Aun asi, espere otro buen rato tumbada en las tejas hasta que hube comprobado que el peligro habia pasado. Me disponia a levantarme ya para intentar saltar de alli sin matarme, cuando escuche de nuevo las mismas voces que dentro de la casa:

-¿Has encontrado algo?

-No, señor. El primer piso y el jardin estan vacios. Tampoco hay nadie en el garaje, ni siquiera hay coches. Tal vez la chica esta fuera, o no ha vuelto todavia.

-Tampoco hay nadie en el segundo piso. Tendremos que esperar a que llegue – la sangre se me helo cuando dijeron eso, ¿iba a tener que estar en el tejado toda la noche? - vamos a volver con la chica.

-Pero tal vez no va a venir esta noche. Oi que algunos alumnos habian echo un intercambio y se iban una semana fuera de Estados Unidos, seguramente por eso no estará aquí. Ademas, todavia queda tiempo hasta el dia del ritual, todavia podemos buscarla otros dias.

El otro vampiro, que no parecia muy listo, añadio: “esta bien, vamonos de aquí, ya volveremos otro dia”.

Ya se iban cuando yo me asome un poco mas, y vi que el chico joven que acompañaba al vampiro era el que me habia salvado. ¡pero eso no tenia sentido! ¿Si me queria matar, porque habia impedido que me descubriesen y habia mentido a su jefe diciendo que no estaba?¿era el acaso un vampiro? No entendia nada, solo que las cosas iban a peor. Por miedo a que se cayese una teja que les alertase de que estaba alli, espere a que montasen en el coche donde se supone que habian venido y que desapareciese de mi vista. Entonces, baje muy despacio por una de las vertientes del tejado que daba al balcon de la habitacion de mi padre, ya que no me podía tirar directamente al jardin, la altura desde donde yo estaba era muy alta y si me tiraba me mataria. Me baje con sumo cuidado al balcon, y aunque me pegue un buen golpe, mi brazo malo no sufrio mucho. Maldije en silencio cuando me di cuenta de que habia cerrado tambien la puerta que daba a ese balcon. ¡Mierda! ¿Ahora como iba a entrar? Tenia que dar toda la vuelta a la casa para volver a entrar por la ventana de mi habitación, que era la unica que me habia dejado abierta, si es que el vampiro no la habia cerrado, pero tenia que probar. Asi que sali con cuidado del balcon para no caerme y llegar al alfeizar. Fui muy despacio, algo que me parecio interminable. Tenia que ir con mucho cuidado ya que como mirase hacia el suelo, me caeria. Por fin llegue a la otra parte de la casa, que daba a mi ventana. Ahora el problema era darme media vuelta sin caerme, sujetarme a la ventana y subir por ella. Me costo lo suyo, pero, por suerte para mi, la ventana de mi cuarto seguia abierta, gracias a dios. Por fin subi, y lo primero que hice fue llamar a Matt para que viniese inmediatamente. Necesitaba hablar con el.

Juego Peligroso Capitulo 12:

CAPITULO 12:

Llegamos a su casa a las siete menos cuarto. Está justo a las afueras de la ciudad, pero ese día no había apenas trafico, por lo que pudimos llegar muy pronto. Su casa era tal como la recordaba. Una especie de chalet adosado de tres pisos. No era tan grande como la mía, pero no estaba nada mal. Por dentro, se repartía muy bien el espacio. En la primera planta se encontraba la cocina, un cuarto de baño, un comedor, el salón y un despacho, ademas del garaje para los tres coches que tenían. En la segunda planta, se encontraba el dormitorio de sus padres junto con el despacho de su padre, una pequeña sala de estar y otros dos baños. También, al final del pasillo, se encontraba la habitación de Chris, el hermano pequeño de Matt, al cuál yo llevaba dos años, y por último, en el tercer piso se encontraba un último baño, la habitación de Matt y una sala para ensayar con su guitarra eléctrica. Hasta hace poco, su habitación y esa sala habían sido el ático, ya que el dormía y practicaba en la habitación de su hermano, pero debido a sus quejas de que no le dejaba dormir ni a su hermano ni a sus padres le trasladaron al ático. La verdad es que Matt pensaba que así era mejor: tenía más tiempo libre, más espacio y, por supuesto, más intimidad. Su cuarto, su sala de ensayo y el baño estaban conectados, y a estos dos últimos se entraba por el dormitorio. Su habitación era muy amplia, con cuatro ventanas a lados opuestos. La verdad es que estaba bastante iluminada. Su cama se encontraba en la esquina superior izquierda, junto a una de las ventanas. Tenia el cabecero de color marrón ocre, y sus colchas eran negras. Encima de ellas había unas partituras de guitarra. El color de sus paredes era azul marino, como las de su hermano, y el suelo, de parqué, como en toda la casa. El armario se encontraba enfrente de su cama, también de color marrón ocre. En realidad, todos los muebles menos el sillón que había enfrente de una pequeña tele y la silla del escritorio hacían juego. El escritorio, delante de su cama, contenía un portátil de marca Fujitsu Siemens. En el otro lado del escritorio había aún más partituras y letras de canciones. Por último, también había una sola estantería, sin un solo libro, sino solo CDs de heavy metal. Absolutamente toda estaba llena de esos discos, así que ahí podía tener como poco doscientos.
Cuando entramos en su casa, me sorprendió ver a sus padres, a los que no conocía, me presenté y luego subí con Matt a su habitación. Cerró la puerta con un cerrojo, lo que a mi me puso un poco nerviosa, aunque aseguro que era porque su hermano se colaba muchas veces y no quería meterle mas en este tema.
- Bueno...¿de que me tenias que hablar?-dijo el.
- Vayamos por partes. Así que, como me habías prometido, empieza tu antes-dije lo más seria que pude, ya que delante suyo me costaba mucho mas hacerme la valiente que delante que los demás.
- Está bien.¿que quieres saber?
- Lo primero de todo que hacías siguiéndome. Aunque supongo que ya me hago una idea.
- Lo único que intentaba era protegerte.
- ¿De qué?
- De seres como el que te encontraste ayer cuando volvías a tu casa.
- Aahmmm...¿y como sabías que me iba a atacar?
- Pues...-antes de contestarme se tomó unos minutos para pensárselo-...vamos a dejar esa pregunta para el final ¿va? Será mejor que antes contemos todo lo que sabemos para que está respuesta te parezca mas sencilla de lo que es.
- Está bien. Pues veamos...ahora en serio: ¿qué era ese ser?Un vampiro,¿verdad?
- Pues siento decirte esto pero...sí. Entendía que estuvieses asustada, pero debes saber que esto no es como lo que tú entiendes por vampiros. Una vez atrapan a su víctima, no se olvidan de ella hasta matarla, o incluso peor, convertirla en una de ellos.
Al oír eso, se me hizo un nudo en la garganta y se me llenaron los ojos de lagrimas.
- ¿Entonces?-pregunté con un sollozo-¿Qué va a pasar?
- Que voy a tener que protegerte hasta que les hayamos matado a todos.
- ¿A todos?¿Hay más de uno?
- Sí. Para ser exactos, aquí hay varias comunidades, y una de ellas, a las ordenes del vampiro que te atacó, planea acabar contigo para sus intereses. Y en esa comunidad hay como pocos treinta vampiros.
Ahí ya no aguanté más y mis ojos no pudieron contener más sus lágrimas. Iban a matarme, a mí y a todo aquel que se interpusiese en su camino. Como algo instintivo, me acaricié el cuello, sabiendo que dentro de poco mi cuerpo se habría desangrado, cuando recordé las cicatrices que me había dejado aquel vampiro. Decidí decírselo cuanto antes a Matt, para ver que me podía pasar.
- Esto...Matt...
- ¿Qué pasa?
- Mira.
Me quite con cuidado el pañuelo de mi cuello y le enseñé las dos profundas incisiones que tenía en la yugular. Matt se aterró al vérmelas y empezó a hacerme preguntas sobre ellas gritando como un histérico.
- ¡Y eso?¡Desde cuando las tienes?¡Cuando te has dado cuenta de que las tenías?¡Porque no me lo dijiste antes?
- ¡No lo sabía! Me dí cuenta esta mañana mientras me duchaba. Por eso no te lo pude decir antes.
- ¡Y porqué los médicos no dijeron nada sobre eso?¡Es que acaso no las tenias hasta que llegaste a casa o que?
- ¡No lo sé!¡Deja de chillar por favor!
Hubo unos cuantos minutos de silencio en los que solo se oían mis sollozos, casi como algo automático que no pudiese ni controlar ni parar. Después, habló él.
- Perdóname. No era mi intención. Es que te he visto la cicatriz y me he puesto alerta. Me había asustado. Lo siento de veras. No te preocupes, no te pasará nada porque no lo permitiré. Yo te protegeré.
Pero yo ya no podía hablar, solo llorar del miedo que tenía. Así que el se acercó a mi y me abrazó. Después, me cogió por la nuca, me apoyó contra su pecho y me cogió de la cintura. Sentía su respiración en mi cuello y el calor de sus manos recorriendo por sus venas, lo cual me hizó estremecerme de placer y empezar a hiperventilar. Matt se debió dar cuenta, pero no dijo nada. En vez de eso, empezó a recorrer con sus manos las curvas de mi cuerpo y a mirarme a los ojos. Después se acercó aun más, y su boca se acerco a la mía. Mientras, sus manos seguían recorriendo mi cuerpo, pero no podía hacer ya nada por evitarlo. Había perdido el control por completo. Cerré los ojos y entonces, me besó apasionadamente. Fue un beso largo, ya que solo paró cuando se dió cuenta de que me estaba quedando sin respiración. Se alejó de mi mientras que yo recuperaba el aliento. Me había quedado sin palabras, y parecía que el también. Estuvimos en silencio un buen rato mientras intentábamos recuperar la compostura, aunque yo no era capaz de volverle a mirar a los ojos. Por fin empecé a hablar.
¿Y que vamos a hacer ahora? No sé que me va a pasar -me señalé las pequeñas incisiones del cuello- ¿Y si me convierto en un vampiro?
No creo. De todas formas vamos luego a preguntarle a mi padre. Es médico, y nos dirá sí tu herida es profunda o superficial. Si es superficial, no tienes de que preocuparte.
Claro. Y como es tan normal que alguien tenga dos pequeñas heridas en el cuello, tu padre no se extrañara.
Le diremos que te has cortado con un tenedor de barbacoa y que los médicos no dijeron nada sobre eso. Y si no se lo traga, le contamos lo del vampiro, aunque eso si que no se lo va a tragar.
Ja, ja. Qué gracioso. Es que me parto contigo. ¿Qué pasa, que ahora te nos has vuelto divertido o qué?
Lo único que hago es intentar suavizar la situación y no ponerte mas nerviosa de lo que ya estás. Lo mejor sería que ahora te fueses a casa.
¿Y si me atacan al volver o en mi propio hogar?
Si lo que te preocupa es volver sola, yo te acompañare. Allí no creo que te vaya a buscar. No se atreve a acercarse tanto a ti sabiendo que puede haber personas cerca. Y si ves que suceden cosas extrañas, no dudes en llamarme. Estare allí en menos de cinco minutos. No te pasara nada. Te lo prometo.
Está bien. Me fiaré de ti -dije demasiado confiada, con una gran sonrisa en la boca.
¿Ahora eres tú la que se nos ha vuelto graciosa o qué?

Juego Peligroso Capitulo 11:

CAPITULO 11:

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.

Lo único bueno de todos los recuerdos que me quedaban al día siguiente de aquella larga tarde en ese oscuro callejón de Los Ángeles fue que por lo menos parte de mi sueño no se había cumplido, ya que Matt no me llevó a su casa ni me dió bollos de chocolate y nata y, por lo tanto, no los vomité a la mañana siguiente. Cuando me dieron por fin el alta, vino Michelle a recogerme para llevarme a casa mientras intentábamos hablar de algo que no tuviese que ver con ese trágico accidente del día anterior.

Llegamos a casa y esperó en mi habitación mientras yo me daba una ducha y me quitaba los restos de sangre seca que habían quedado en mi cuerpo. Cuando salí de la ducha me cogí mi albornoz y me empecé a secar el pelo frente al espejo. Ya no era la misma, para nada. Mi cara estaba pálida, y aparentaba mas años de los que en realidad tenía. También tenia unas grandes ojeras color violeta, debido al hecho de que había dormido fatal. Y también había cambiado por dentro. Ya no tenia el mismo carácter que tenía antes de aquel horrible sueño. Me había hecho más fuerte, más segura de mí misma, y eso me asustó en gran parte. Nunca había sido una chica luchadora, sino conformista. Y hasta ese momento, no me había dado cuenta del cambio que se había operado en mí. Pero hubo un detalle que me impactó y me asustó aún más que mis cambios menos visibles. Me había notado unas pequeñas incisiones en la yugular, así que me acerqué más a mirar si era cierto o solo un producto de mi imaginación. Por desgracia, era real. Me miré horrorizada otra vez el cuello. Esto no me podía estar pasando a mí. No era posible. Pero aquel ser extraño del callejón sí que había resultado ser un vampiro, y había llegado a morderme. Lo comprobé una y otra vez, y por mucho que me dijese que solo era mi imaginación y cerrase los ojos, cuando los volvía a abrir las cicatrices todavía seguían allí.

A partir de ahí perdí el rumbo completamente. No sabía que hacer ni que me podía pasar, pero algo bueno no era. No sabía en lo que me iba a convertir, si es que me iba a convertir en algo, no tenía ni idea. Ni tampoco sabia si esto podía poner en peligro a mis amigos y familia. O si yo era el peligro. Tanto leer y saber sobre vampiros y ahora no me estaba sirviendo de nada. Me tapé con el pelo la cicatriz para que Michelle no la viese ni se asustase, y cuando terminé de secarme el pelo salí del cuarto de baño hacia mi habitación. Cuando le pude demostrar a mi amiga que podía apañarmelas solo con un brazo y que no necesitaba su ayuda ella se fue corriendo al instituto, ya que se había saltado dos clases para acompañarme a casa y el instituto iba a llamar a sus padres como faltase a otra clase más.

Me vestí con una lentitud extrema. No tenía ganas de nada, y mucho menos fuerza. Me puse un pantalón pitillo de cuero negro, con costuras rojas, una camiseta roja de terciopelo y de tirantes y encima otra transparente de manga corta. Por ultimo, busque el único pañuelo negro que tenia para ponérmelo en el cuello y que no se me viesen las dos pequeñas incisiones causadas por el mordisco del vampiro. Debía estar preparada por si llegaba mi padre a casa para que no me viese las cicatrices y no se asustase. Mientras, buscaba una explicación razonable a lo que aconteció la noche pasada. Pero por mucho que la busqué no la encontré por que no existían explicaciones a eso. Me puse en mi cadena de música un disco de Metallica, con el fin de que me relajase un poco y me tumbé en la cama, a la espera de que llegase la hora que Matt me recogiera.

Matt.

Tenía tantas ganas de verle, de recorrerle desde los pies a la cabeza con mi mirada, de tocarle. De verle sonreír. De decirle “te amo” y de besarle en los labios, y de no separarme jamás de él. Pero la vida no era así. Él no era mío y nunca lo sería. Estaba segura de que no era para mí. Pero es que...esa mirada suya que me helaba la sangre y me paraba el corazón...es como si cuando estuviese con él nada más importase, como si él fuese mi vida, por que en realidad lo era. Ya no podía vivir sin él. Y Matt lo sabía. Fuese lo que fuese el también sentía esa necesidad de estar conmigo, de salvarme, de ayudarme...ese magnetismo que existía entre los dos, sin llegar a prender la misma mecha que hacía que mi corazón estuviese ardiendo de amor y de pasión por él. Mi corazón solo latía porque el existía. Cuando le conocí sentí que mi vida hubiese cobrado sentido entonces, como si de repente supiese para que sirve vivir. Y raramente a él le pasaba lo mismo, pero sin expresar ese amor que había dentro de mi y que me quemaba por dentro. Seguí reflexionando sobre ese tema un rato más, y a la hora me puse a hacer la comida. El día anterior no había cenado y tampoco había tenido el estómago como para aguantar por la mañana el desayuno que me había traído la enfermera. Saqué de la nevera carne picada y de uno de los cajones un paquete de espagueti y unos cuantos tomates. Comí bastante despacio debido a las escasas fuerzas que tenía. Ni siquiera quería hablar, no hasta que ya estuviese con Matt. Al terminar los espagueti, recogí los platos y los dejé en el fregadero, tiré la basura al triturador y me cogí una de las natillas que había preparado hacia dos días que estaba en una encimera. Terminé y lavé los platos sin prisa, y después me puse a ver la tele hasta que llegó la hora de coger mis cosas para irme a casa de Matt.

Por fin terminó la larga espera y con ella mi zapping de cadenas televisivas. Tenia muchas ganas de contarle todo y que me explicase lo que pasaba, pero aún mas ganas de verle.



Juego Peligroso Capitulo 10:

CAPITULO 10:

Me desperté en el hospital, con Matt al lado de mi camilla, y pronto comencé a recordar lo sucedido.

-¿Tú me salvaste, verdad? -pregunte débilmente, ya que no tenia fuerzas alguna- Si, fuiste tu.

-¿Cómo te encuentras? Te has dado un buen golpe en la cabeza.

Tenía razón. Tenia toda la nuca vendada y el brazo roto escayolado. Al acordarme un escalofrió me recorrió toda la espalda.

-Bueno, dentro de lo que cabe, no estoy tan mal -dije irónicamente- además de casi partirme el cráneo y desangrarme, ademas de querer morir por que no aguantaba el dolor que me causaba la cabeza y el brazo, todo perfecto. Ahora, ¿me quieres decir que hacías allí espiándome y que era lo que me ha atacado?

- Lo primero de todo, yo no te espiaba. Lo segundo, lo que te ha 'atacado', si a eso lo llamas tú ataque, ha sido un ladrón.

-¿Ah si?¿Entonces que ha echo, si según tú no me ha atacado?

-Te tiro al suelo al comprobar que no tenías dinero y salió huyendo cuando me vió.

-¿Y entonces como me he hecho estas heridas?

-Te las hiciste al caer sobre esos muebles.

-¿De un simple empujón?¿Y como podía tener tanta fuerza ese 'ladrón'?¿Que pasa?¿Hacia levantamiento de pesas cinco veces al día o que? Porque tampoco estaba muy musculoso.

-Te pillaría desprevenida o algo.

-¡Y una mierda!¡Yo estaba preparada para atacar!¡Incluso le tire una piedra a la cabeza y ni se inmutó! Además, 'eso' no era un ladrón.

-Entonces, ¿que era?

-No lo sé, pero tenía garras y los incisivos muy afilados.

-¿Me estás diciendo que te atacó un vampiro? Deberías dejar de pensar y de vestir con ese raro estilo gótico tuyo. O eso, o dejar de ver tantas pelis de terror.

-¡Pero si me iba a morder cuando tu apareciste y le tiraste contra un edificio!

-Deberías seguir mi consejo y dejarte de tantas chorradas, Andrea.

-Sé lo que vi. Tal vez me haya dado un golpe fuerte en la cabeza, pero no me he vuelto loca ni tampoco soy gilipollas.

-Pues estas perdiendo el tiempo, porque te lo estas inventando todo.

-Cuéntamelo Matt. Sé que ocultas algo, y me lo digas o no, acabaré descubriendo cuál es ese secreto que no quieres que nadie sepa. Además, sé que alguien me está buscando, y si tu no me entregas, será tu familia la que pague las consecuencias.

Matt se quedo asombrado ante la posibilidad de que yo tuviese tanta información y como la había conseguido. Así que ahora fue el el que empezó a hacerme preguntas.

-¿Qué...?¿Cómo sabes...?¿Qué sabes de eso y como te has enterado?

-Da igual como me haya enterado. Pero lo sé.

-No da igual -dijo Matt, que empezaba a sulfurarse -Dímelo ahora.

-No.

-¿Cómo que no?

-Como que no. N-O. No te pienso decir nada hasta que tú me cuentes lo que paso en el callejón.

-Ni de coña. Cuéntame tu antes lo que sabes.

-No voy a ceder. O me lo cuentas todo lo que sabes, o no te diré como me he enterado.

-Yo tampoco voy a ceder. Cuéntamelo tu antes.

-Pues disfruta de la decepción.

Ante la posibilidad de que no supiese como me había enterado de los últimos datos que me habían proporcionado, estuvo meditando durante unos minutos, hasta que por fin cedió.

-Está bien -dijo, con cara de abatimiento, propia de quien pierde una batalla, aunque no la guerra- te contaré todo lo que sé y lo que me han dicho, pero aquí no puedo. Hay demasiados espectadores y puede haber algún listillo que lo escuche.

-Está bien. Pero entonces ¿Cuándo y dónde?

-Mañana te dan el alta, debido a que una fiebre esta afectando a otras poblaciones y han trasladado a muchos infectados a este hospital ya que los demás están llenos. No pueden permitirse el riesgo de que contagien a más gente. ¿Te parece bien en mi casa a las 5 de la tarde? Te iré a recoger si lo necesitas.

-No hace falta. Sé ir sola.

A Matt le extrañó, pero también le interesó este dato. Que él recordase, nunca me había llevado a su casa, ni le había dicho dónde estaba ni como llegar. Incluso se llegó a creer que le había espiado y seguido.

-Está bien. Pues allí a esa hora. Es el único sitio donde estamos seguros de mirones. Ya le diré mañana a tu amiga Michelle que cuente en el instituto lo que te ha pasado.

-¡No!¡Mañana hay clase y tengo examen!No puedo faltar.

-Eres demasiado obediente. Tú no vas a ir a ningún sitio en este estado. Es más, voy a ir a recogerte porque no puedes conducir.

Mientras me decía eso me sujetaba para que no me levantase y me fuese del hospital.

-¡Si no lo hago me suspenderán!

-Pues que te suspendan. Tus razones tenías para no acudir. Yo tampoco acudiré y me da igual.

-Claro. A ti te da igual aprobar o suspender, pasar de curso o repetir. Seguro que no tendrás futuro como sigas así.

-Claro que lo tengo. Me voy a dedicar a la música. Sé que es un trabajo arduo y difícil, pero lo conseguiré. Sea como sea.

-Ya, claro...

-Pues entonces quedamos en eso. Me quedaré esta noche contigo y mañana te iré a recoger a las seis y media a tu casa, así que: ¿me podrías decir como se va?

Ya no pude aguantar más, y estalle a reír mientras me miraba con cara de “se ha dado un golpe muy fuerte en la cabeza, pobrecita”. Y se lo fui contando.